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Y entonces comenzó, lenta y compleja, la curación. Como una inundación que se retira, la enfermedad dejó sus huellas… Afortunadamente, porque esas son las pistas de las que me agarro para salir de nuevo a mi superficie, allí donde moran los otros, en dónde puedo por fin hablarles con mis palabras todas nuevas, recuperadas, limpiadas y re-habitadas. Decir, por fin, con este nuevo lenguaje traído de las profundidades del abismo.

Puis la guérison a enfin commencé, lente et complexe. Telle une inondation qui se retire, la maladie a laissé ces traces… Heureusement, car ce sont elles les pistes auxquelles je m’accroche pour remonter vers ma surface, là-bas où demeurent les autres, où je peux enfin leur parler avec mes mots tous neufs, récupérés, nettoyés et réinvestis. Dire, enfin, avec ce nouveau langage sorti des profondeurs de l’abîme.

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Dicen de las cometas

Dicen los que tanto dicen, que quien se va se lleva la mejor parte y quien se queda queda abandonado soportando la ausencia.

Quizás me he negado a funcionar como dicen que dicen los que tanto dicen. O quizás mejor, eso que se dice no es verdad por mucho que lo digan quienes tanto andan diciendo sin sentir lo que pasa en realidad. En todo caso, desde que partí de allá eso no es lo que me ha ocurrido.

Es cierto, hay tantas actividades nuevas con las cuales entretenerse y no sentir la ausencia de lo dejado lejos, eso dicen de nuevo los que tanto dicen,  pero en realidad hay tanta ausencia de lo que se dejó lejos que hay que llenarla con la mayor cantidad de actividades posible para no morir de desarraigo.
Los que se van son más susceptibles de ser olvidados que de olvidar lo que dejan. Eso es algo que la sabiduría popular no tuvo en cuenta porque no miró sino del lado de allá, allá se quedó con los que tanto dicen que dicen.
Quien se va, se lleva solo los recuerdos. Éstos, en lugar de ser un lastre, son una especie de paracaídas. Para las caídas que son tantas porque no se conoce el nuevo suelo que se está pisando aquí cada día. Uno se aferra con fuerza a lo que conoce. Aunque lo sabe lejos, sabe dónde está y cómo es. Acá, toca llegar hasta el suelo y tantearlo en busca de respuestas.
Los recuerdos y las presencias ausentes son la cuerda sin la cual nos llevaría el viento hasta enredarnos en un cableado entre dos postes (o entre las ramas de un árbol, si estamos de buenas). De ellos nos agarramos los que partimos y gracias a ellos no nos rompemos las alas al tratar de aterrizar.
Con la disculpa de su triste destino, quien se queda se olvida de seguir sosteniendo la cuerda. Por eso es que a veces no entendemos desde acá por qué de repente damos tantas volteretas extrañas y nos vemos al borde del enredijo o se nos enrosca la cola en remolinos absurdos, o caemos a pique sin control…
Así se aterriza más rápido, dirán los que tanto dicen. Claro, solo que la idea mía es poder volar. Y entonces tendría que pasar mi vida lejos remendándome cuidadosamente por si estos torbellinos de olvido se repitieran o se volvieran permanentes.

Habrá que ir soltándose de a poco, me digo yo que tanto digo a veces también, ir hilando una nueva cuerda acá con materiales no importados ni deportados. Pero mientras no esté lista y resistente, necesito tanto la que me sostiene desde la distancia!Por favor no me suelten la madeja, al menos no todos al mismo tiempo!

Llegando a París, 2007 / Desempolvando diarios 2019